VINDICTAS. LA VOZ DE NUESTRAS MADRES LITERARIAS

Por Fco. Javier SANCHO MAS

Escuchar Podcast Carátula y Mas en Efecto Doppler Radio 3:

Ayer, Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, decía que leer, editar, y escribir es un acto político. Lo decía por la colección de relatos de autoras del ámbito iberoamericano que escribieron al margen del boom, y que se publican en la antología Vindictas, coeditada con la UNAM de México, donde surgió la iniciativa coordinada por Socorro Vanegas.

Pero otras veces, digo, el fragmento de una obra viene a auxiliarte, como para darle nombre a una pena, a un dolor, o a la dimensión de un vacío. Y otras, explota con una palabra olvidada que ilumina un recuerdo, y trae la felicidad esponjada en una magdalena. Me sucedió al leer un fragmento de María Luisa Elío, una de esas mujeres, de obra breve y vida fascinante, que es parte de la historia del exilio español en América. Fue pionera en llevar al cine la experiencia del exilio español con la película Balcones vacíos. A ella le dedicó García Márquez Cien años de soledad. Vindictas es fruto del esfuerzo de Socorro y Juan, que le han robado horas al sueño. Y yo les agradezco el esfuerzo, al menos por lo que me ocurrió ayer.

Llevaba unos días tratando de escuchar en mi cabeza la voz de mi padre. La echaba de menos. Su voz. Volver a oír la modulación de sus respuestas, o de sus provocaciones. Tenía una voz bonita. Declamaba con voz de trueno y sabía dirigirla hacia la cuerda afectiva que indicaba la palabra. Pero se me había olvidado un poco. Y quise escucharla, su voz, la de él. No pude recrearla. Y me sentí más solo, como cuando me dijeron, al volver de clase, aquella vez, que se lo habían llevado en una ambulancia al hospital. Como entonces.

Ayer, leí el texto de María Luisa Elío, titulado “Locura”. Ella tratando de recuperar la voz de su madre y yo la de mi padre. Y al final descubrí porque no la pude, o no la quise encontrar donde yo sabía que estaba.

En el podcast de la entrevista en Efecto Doppler de Radio 3, en la sección de Carátula y Más, se puede escuchar ese fragmento, así como a la propia Elío hablando de su experiencia de imposible retorno tras un largo exilio.

Hoy, a nadie se le ocurriría hacer una antología de literatura actual sin que hubiera una cierta paridad entre el número de autores y de autoras (y estas últimas seguro ganarían). Pero hace muy pocos años, las voces de ellas estaban escondidas. Y algunas fueron silenciadas.

Vindictas, ahora, nos las trae de vueltas, como a esas madres o abuelas que no habíamos conocido, salvo por los relatos de terceros. Es una sensación extraña saber que estas madres literarias estuvieron esperando tanto tiempo para que las conociéramos. Se siente algo extraño al abrirles la puerta y decirles: “pasa madre”. Es extraño que a la primera lectura, sin mediar el tiempo, te toquen de improviso las entrañas y te muestren un hilo para el laberinto de los recuerdos.

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