Los cuentos infantiles (en español) no cruzan el Atlántico

¿Con qué cuentos se duermen las niñas y niños de un lado y otro del Atlántico? ¿De quién es la voz que se los lee? Si bien la literatura de adultos, escrita en español, viaja bien entre ambas orillas, no ocurre lo mismo con la infantil. Al parecer, los libros del género escritos en América Latina se quedan en América, y los de España en España. ¿Son los padres y madres quienes buscan referentes más próximos? ¿Es cuestión de la lengua o de la falta de promoción de historias y autores entre América Latina y España?
¡Ojo!, sólo hablamos de los cuentos infantiles de autores hispanos porque, al contrario que estos, los anglosajones sí se mueven bien entre la península ibérica y el continente americano. Y tampoco hablamos de la literatura juvenil, que es otra historia, puesto que youtubers e influecers son referencias compartidas en ambas orillas. Todo ello contribuye al buen momento de la literatura infantil y juvenil, que supera el 12% del total del mercado del libro.
Para saber lo que pasa, he acudido a dos expertas en el tema, Laia Zamarrón, editora de Alfaguara infantil, y Miriam Tirado, autora de cuentos de éxito y consultora de crianza. Hablamos para el programa Efecto Doppler de Radio 3 que se puede escuchar en el podcast. Una de las principales conclusiones, según Laia Zamarrón, es algo sencillo que, en realidad, debería de decirse del resto de los géneros: lo que prima son las historias y los personajes, por encima de los nombres de autores.
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Cuesta encontrar personajes en español que estén en el imaginario infantil de ambas orillas, más allá de Mafalda, o El Chavo del Ocho, aunque este último gracias a la televisión. No es ese el caso de algunas series de cuentos con personajes anglosajones, como Isidora Moon, esa niña mitad hada, mitad vampira, que tiene tantos lectores a un lado y otro, a los que no les interesa ni saben que su creadora se llama Harriet Muncaster.
Madres y padres mueven ficha en este curioso tablero de la literatura infantil. Muchas buscan tramas y temas con los que poder hablar con los más pequeños. Por eso, dentro del boom que vive la literatura infantil, hay otro boom interno de libros que abordan temas complejos, como la pérdida, por ejemplo. Se trata de “cuentos con causa”, que podrían tener un paralelo en los libros de autoayuda para adultos, con el ingrediente de la ficción. Si ello va o no en detrimento de la calidad literaria de los cuentos es un tema sobre el que también hemos hablado con las expertas. Lo que es indudable es que, hoy, la lectura de Caperucita, así como la de algunos clásicos, ha cambiado para siempre. La balanza entre un propósito exclusivamente literario y otro ético o moral, entre el estilo y la moraleja, actualmente, está posiblemente inclinada hacia lo segundo.
El desafío es abordar el tema con calidad literaria. Nura, la protagonista de El hilo invisible, un cuento con el éxito de varias tiradas en el último año, le pregunta a su madre para qué sirve el ombligo. Esa pregunta despliega una historia que apunta a preparar a la niña para la pérdida de sus seres queridos, sin que ello signifique cortar los lazos para siempre. Miriam Tirado, su autora, defiende este género que, además, es muy útil para los padres a la hora de explicar ciertas cosas a los niños. Lo ideal no es utilizar el libro como un guion cerrado, sino que les sirva a los dos, adultos y niños, para recrearlo.
Las voces de la madre, el padre, la abuela, la cuidadora… están asociadas al acto de leer un cuento a los más pequeños. No hace muchos años, esas voces solían contar las historias de memoria, o las recreaban constantemente. La mayoría de las veces, sin libros de por medio. El de los elefantes que ayudaban a unos piratas a desencallar su barco de la playa era uno de mis cuentos favoritos cuando me encontraba enfermo. No sé dónde lo aprendió mi madre, pero recuerdo que le añadía ingredientes o variaba la trama. Lo hacía nuevo en cada una de mis fiebres altas. Y lo mismo mi padre con unos aventureros, Masai y Pedrillo, de los que le había hablado mi abuelo.

Durante algún tiempo, mientras he viajado como periodista por países de África (por las mismas tierras que exploraban Masai y Pedrillo en la voz de mi padre) y América Latina, principalmente, he preguntado a hombres y mujeres, mayores y jóvenes, sobre los cuentos que recordaban y los que leían. Lo que he observado es que se ha roto, en gran medida, la memoria de la transmisión oral.
Madres y padres jóvenes se han quedado sin cuentos en la memoria. Sin cuentos que contar a sus hijos, acuden cuando pueden a los libros o a las pantallas, o a nada, hasta que el niño se duerma. Se trata, simplemente, de un hecho de nuestro tiempo. Así que no es de extrañar que a algunos les entre el pánico si un niño, antes de dormir, les pide que les cuente un cuento.
Si es tu caso, esta misma noche, aquí van tres sugerencias que hizo Laia Zamarrón para, al menos, tres niñas o niños diferentes. Para uno, con miedo a la noche: Un monstruo en mi armario; para uno con mal genio: Julieta estate quieta; y para otro que haya perdido a un ser querido, además del ya mencionado: El zorro y la estrella.
Las letras de los cuentos infantiles necesitan la voz con la misma urgencia que las de las canciones. Dependen de la voz para que habiten la memoria y se recreen. Es maravilloso poder ser alguna vez esa voz.